“This is precisely the time when artists go to work. There is no time for despair, no place for self-pity, no need for silence, no room for fear. We speak, we write, we do language. That is how civilizations heal.”
-Toni Morrison

martes, 14 de marzo de 2017

Por qué Breaking Bad es la mejor serie de todos los tiempos


Es una afirmación bastante osada, sobre todo cuando la lanzo habiendo visto pocas series. Ni un porcentaje honroso de series, he visto yo. Y es que aunque me dedico a escribirlas, lo cierto es que me desesperan. Con frecuencia me parece un formato tramposo, alargado artificialmente. A mí me gusta que me cuenten las historias en el tiempo que tienen que ser contadas. Y si no, me sacan. Me empiezan a aburrir. Así me pasó con Game of Thrones. Me aventé cuatro temporadas muy entusiasmada, pero al ver que las tramas se abrían y se abrían, y los personajes que brillaban al principio comenzaban a perder color, empecé a quedarme dormida a la primera conversación susurrada entre algún Tyrell y no sé cuál Barathion, en lo que a mí ya me sonaban a discursos más pretenciosos que brillantes...

Breaking Bad es la primera serie que veo completa. Y me la eché en casi dos años, con sus buenas pausas. ¿Qué tiene de especial? Quizá voy a decir una sarta de obviedades, sobre todo para mis colegas del gremio, pero no me importa.

Para empezar, la historia es formidable. Sólida, consistente. Más allá de si resulta atractiva para tal o cual espectador a nivel subjetivo, se desenvuelve y se cuenta impecablemente. Mantiene la tensión en la mayoría de los capítulos, y en las últimas dos temporadas, en todos y cada uno de ellos. Logra lo que ninguna serie y lo que pocas obras literarias: no tienes idea de cómo va a acabar. Ni siquiera llegando casi al final. Podría terminarse en cualquier capítulo de los últimos ocho. El tejido dramático es prolijo. Nada sobra. Todo encaja, todo paga, todo está ahí por una razón. Es profundamente emocionante, para alguien que se dedica a esto, comprobar que a  lo largo de sesenta y dos capítulos, todo lo que fue sembrado al principio, se va cosechando conforme avanza la trama y se acerca a su final. Es un trabajo de mesa fino, orgánico y robusto.

Y es que todo empieza por la premisa, que es clarísima e inamovible. Walter White (Bryan Cranston, actor capo de capos) un profesor de Química inseguro y ninguneado pero brillante, descubre que tiene cáncer y pocos recursos que dejarle a su familia, cuando se le presenta la oportunidad de "cocinar" metanfetaminas.  Luego resulta que el cáncer entra en remisión, pero él ya está hasta las rodillas en el negocio. Siempre tiene la posibilidad de dejarlo, pero resulta que su producto es purísimo y tiene gran demanda y él se sigue enlodando más y más con el pretexto de dejar protegida a su familia, aunque en el fondo es la sensación vital y de potencia y control que su ser "malo" le genera, lo que lo mantiene en esa espiral descendente y ascendente a la vez.

Como espectador, siempre tienes perfectamente claro por qué están pasando las cosas, cuáles son las motivaciones de cada uno de los personajes. Y al mismo tiempo, todo es impredecible. La historia te sorprende todo el tiempo. Y te sorprende con verosimilitud, que es uno de los más grandes (y más difíciles) retos de la escritura.

Otra de las cosas en las que se nota este trabajo milimétrico de creación es en el desenvolvimiento de los personajes secundarios. Los principales son magníficos. Pero lo que hacen con los personajes secundarios yo no lo había visto en ninguna otra serie. Todos arrancan con un perfil más o menos bajo y van creciendo hasta convertirse en antagonistas portentosos. Así sucede con el implacable Gus Fring y con el mustio y sanguinario de Tom y su familia de matones. Todos los villanos son muy diferentes entre sí, las formas de peligro siempre son distintas, y la amenaza siempre toca niveles de infarto, así se trate de los siniestros hermanos mexicanos y el tío Salamanca o de cualquier otro narcotraficante. Y Walter White se los va torciendo uno por uno, hasta no dejar ni uno vivo. Pero es a costa de sí mismo y de su propia familia.  Es un justiciero trágico y decadente pero increíblemente chingón. 

Los demás personajes son maravillosos. Nunca he conocido uno más intenso y revuelto que Skyler White, la esposa de Walter, ni Anna Gunn mejor actriz para encarnarlo. La forma en que se va marchitando, cómo termina demacrada, seca, sin luz en la mirada. La progresión que sigue de la confusión al estupor a la rabia a la complicidad a la rebelión al pánico y a la depresión franca. El arco de los tres personajes principales (Walter, Skyler y Jesse) es brutal y está soberbiamente escrito y actuado. Hank (Dean Norris) el agente de la DEA y cuñado de Walter, también es un personaje sensacional. Gringo naco y bad ass pero listo como él solo y súper valiente. Él y Walter son dignos oponentes, uno espera todo el tiempo que ambos ganen, aunque antagonicen. Eso nos lo decía nuestro profesor de guión de cine en la maestría y creo que es una de las cosas más difíciles de lograr en este oficio. Marie, la esposa de Hank, con su cleptomanía y su obsesión por todo lo morado; Jesse (Aaron Paul), que es un desmadre y un adictazo pero tiene corazón de pollo y acaba arrastrado al despelote de Walter una y otra vez, aunque Walter siempre lo protege y lo mantiene vivo hasta el final. Leí que el personaje iba a salir en la tercera temporada pero entonces se le atravesó a la AMC la huelga de escritores  en el 2007, y Vince Gilligan tuvo tiempo de reconsiderarlo, para fortuna de la serie. Walter Junior (o Flynn) que es un sol de chamaco y podría no haber tenido parálisis, así como Skyler, su madre, podría no haber estado embarazada al comenzar la serie. Pero lo estaba y todo sirve, todo suma. El que haya un hijo con parálisis y una bebé recién nacida en ese contexto tan violento, sólo sube las apuestas de todo. Nada tiene desperdicio. 

El arco de Walter es espléndido y es una de las cosas más brutales que he visto a nivel de trabajo de personaje. Cada vez se vuelve más sanguinario, más despiadado, más frío. Cada vez se vuelve más peligroso y más invencible. Pero en lo hondo, nunca pierde el contacto con la forma de amor más pura que conoce. Termina siendo el hombre más buscado por la ley, pero nadie le reconoce que en el camino fue terminando con todos los criminales de la droga de Nuevo México. Una épica trágica llena de paradojas y recovecos. La tragedia de ver a un hombre en su máximo potencial, y perdiéndolo absolutamente todo al usarlo. 

La historia está situada en Albuquerque y toda la acción acotada a un año. Las dos decisiones son perfectas. La atmósfera y el contexto desértico, plano y gris embonan con la historia y todas sus necesidades de acción como un guante, y la decisión temporal ayuda a compactar y marcar con precisión todas las pautas y todos los eventos. Leí que a los actores sólo se les permitía un 1% de improvisación sobre el guión, y no quiero sonar sangrona, pero creo que ese rigor le ayudó mucho al producto.  

Otra cosa que me encanta de Volviéndose Malo (como le dice Andrés) es que dentro de su rigor se da el lujo de experimentar y jugar con la tensión y los recursos dramáticos y visuales al límite. Un ejemplo es el hilo conductor de la segunda temporada; este caos inexplicable en la alberca de Walter donde se muestran piezas de un oso rosa de peluche bastante bizarro al principio de cada capítulo, hasta que todo encaja en el episodio final. Es la única temporada en que se usa ese recurso, pero todas tienen sus peculiaridades y sus sorpresas. Entre otras curiosidades, leí que la serie tiene 62 capítulos porque en la tabla periódica es el isótopo con que se trata el cáncer de pulmón. El último capítulo se llama Felina por Fe (Hierro), Li (Litio) y Na (Sodio), elementos que están presentes en la sangre, en la fabricación de metanfetaminas y en las lágrimas. Es decir, el final de  Breaking Bad  podría titularse Sangre, meta y lágrimas. Qué chulada. 

Breaking Bad es una obra maestra. De todos los géneros, no sólo de la televisión. Yo en lo que más me fijo es en asuntos de guión pero también está impecablemente filmada, editada, musicalizada, producida, casteada, actuada y dirigida. Me alegro de haber nacido en este tiempo y no antes, nada más por  la suerte de haberla visto.

Celebro a Vince Gilligan y sus secuaces porque en este mundo utilitario, plasticoso y de producción masiva de entretenimiento, se dieron el tiempo de pulir una piedra hasta lograr una joya como ésta. Y les agradezco por hacerme recordar que a las cosas que valen la pena hay que dedicarles el tiempo necesario. No sé si mucho o poco, pero el necesario. Las horas, las palabras, las ideas. Recordar que cada escena y cada cuadro cuentan. Que hay que cuidar lo que se crea. Que hay que hacer las cosas con amor.

Y a ustedes, ¿por qué les gustó Breaking Bad?