“This is precisely the time when artists go to work. There is no time for despair, no place for self-pity, no need for silence, no room for fear. We speak, we write, we do language. That is how civilizations heal.”
-Toni Morrison

domingo, 22 de enero de 2017

Mujeres al borde




No sé si a ustedes les pasa, pero entre más leo consignas feministas, más inquieta me siento. Es como si en cada palabra que alude a la defensa de las mujeres hubiera una especie de manda, de imperativo implícito. Las mujeres de por sí nos la pasamos exigiéndonos. Somos nuestras jueces más implacables, listas para señalarnos sin piedad cuando no cumplimos con nuestros estándares y consignas. Que si nos casamos, porque nos casamos. Que si no, que por qué no. Malo si nos dejamos los pelos, malo si nos los quitamos. Malo si somos madres y trabajamos pero somos unas conchudas si dependemos financieramente de una pareja. Esa vieja está hecha un palo, esa mira cómo traga, esa seguro está operada, esa ruca qué.

Creo que es hora de que nos demos un respiro.

El otro día escuché por primera vez el término de doble vínculo, proveniente de la psicología sistémica. Se trata de un ingrediente fundamental en la psicosis, que consiste en la presencia de dos discursos contradictorios, irreconciliables, ambos presentados como ciertos. Cuando en una familia existe eso, y existe la imposibilidad de salir de ahí,  está puesta la mesa para la escisión y la locura.  

Pienso que las mujeres estamos volviéndonos medio locas, depresivas, ansiosas, agotadas, malcomientes y maldurmientes, porque estamos lidiando con discursos contradictorios  todo el tiempo. Y si sólo fueran discursos, se maniobran como sea. Pero son MANDATOS:

Hay que envejecer con dignidad y sin cirugías pero con todo en su lugar.
Ser madre y trabajar es lo más esperable... y también lo más reprochable.   
Los caballeros las prefieren tontas, pero aman a las cabronas, y las cabronas son listas, pero si puedes hacerte la tonta, mejor.  
Hay que estar flaca a toda costa, pero si realmente quieres ser feliz, gorda serás. 
Si estás saliendo con alguien, requieres precisión quirúrgica: si tienes sexo demasiado pronto, te pueden botar por fácil; si te esperas de más, por apretada.
¡Ser soltera es lo máximo! ...pero ya encontrarás a alguien.
Hay que ser súper independientes, pero jamás pagar la cuenta en una cita.
Hay que casarse por amor, pero lo más importante es el dinero.
La moda es una frivolidad absoluta ¡y un arte sublime!
La madre de Jesús era ¿....virgen?

Otro problema con los imperativos es que siempre van de la mano con los ideales. Y cuando hay ideales, existe la peligrosa tendencia a radicalizarse.  

Les voy a contar una auténtica historia de terror. Cuando mi hijo Esteban nació, yo venía de un curso psicoprofiláctico donde se decía que la leche materna lo era todo y que la fórmula era casi que el diablo; dejé a mi ginecólogo de toda la vida porque concluí que con él no podría tener un parto como lo había idealizado: en agua, con mi bebé descansando en mi pecho al salir de mis entrañas sin cortar el cordón umbilical hasta el último minuto. Pero lo que ocurrió en el último minuto, después de dieciséis horas de trabajo de parto, fue que al bebé se le bajó la frecuencia cardíaca y en lugar de la tina, nos tuvimos que ir de emergencia al quirófano. Esteban nació por cesárea y estuvo quince días en el hospital sorteando toda clase de problemas, porque fue prematuro. Yo entraba al cunero para amamantarlo con tapabocas, una bata antiséptica y él lleno de electrodos, y nos pasábamos largas horas sin saber si succionaba bien o no, con el sonido desquiciante de los monitores marcando subidas y bajadas de saturación de oxígeno. Para cuando descubrieron que tenía hipertensión pulmonar, nuestro bebé llevaba ocho días agotándose y poniéndose morado cada vez que trataba de comer sin que supiéramos por qué. Y para cuando llegamos a la casa (con Esteban ya dado de alta, felizmente), yo estaba en tal estado de ansiedad que los ratos en que podía dormir, no lo lograba, y con los días empecé a sentir que enloquecía. Me la pasaba con el bebé pegado sin estar segura de si estaba comiendo lo suficiente, y seguramente no lo estaba, porque en ese estado yo no podía producir bastante leche. La angustia era inenarrable porque de acuerdo al ideal materno que imperaba en mi cabeza, yo pensaba que si no lograba alimentarlo con MI leche, se me iba a morir, porque cualquier otra cosa que le diera era indeseable. Después de siete días de infierno, al octavo me alcanzó de nuevo la luz del día sin haber dormido y pensé: o me largo de aquí, o me suicido, o hago algo. Así que agarré mi coche, me fui a ver a mi terapeuta, y dejé a Andrés con un biberón y un bote de fórmula. Luego dormí tres noches seguidas, sin interrupciones, y volví a la vida. Me alegro de que Esteban haya tenido al menos unas semanas de alimentarse de mí, pero me alegro más de que gracias a esa decisión desesperada haya tenido una madre cuerda, presente, con manos y ojos y sonrisas para él. Como dijo atinadamente una amiga psicoanalista: la teta no es el pecho. No recuerdo una experiencia más difícil en toda mi vida. Más que el cáncer, que me diagnosticaron meses después. Mucho más. Cuando el cáncer yo tenía mucho miedo pero tenía claro que quería vivir y era claro lo que había que hacer. Cuando me estrené como madre en calidad de zombi productor de leche que no podía producir leche como era esperable, yo lo único que quería era desaparecer. 

No se me entienda mal. Pienso que es maravilloso procurar el parto natural y la lactancia. Mi suegra dedicó su vida a luchar por ello, en respuesta a una tendencia médica invasiva y patologizante que por años mermó el derecho a que las mujeres parieran y alimentaran a sus hijos por sí mismas. Y también en respuesta a otro ideal que atraviesa a muchas mujeres, que anteponen la estética de sus pechugas a la lactancia. Lo que intento decir es que mi estreno como madre fue complicado por muchas razones pero no hubiera sido TAN duro si no hubiera tenido yo unas expectativas tan altas y tan idealizadas de lo que debe ser la maternidad.

Y aprendí algo muy importante: hay que tener cuidado antes de levantar el dedo para decirle a otras mujeres lo que deberían o no hacer. En el momento menos esperado, una decisión difícil podría hacer que nuestros valores más inamovibles nos revienten en la cara.

Si hubiera una lucha femenina, yo apostaría porque fuera en contra de los ideales y de los mandamientos que nos imponemos, sobre todo cuando se contraponen...

No todas tenemos que ser puras e inmaculadas y tampoco tenemos que tener miles de amantes porque si no, estamos incumpliendo con el mandato de nuestra contemporaneidad y de la liberación sexual que tanto les costó a nuestras antecesoras.

No tenemos que usar tacones ni NO usarlos. No tenemos que depilarnos y no tenemos que NO depilarnos, tampoco. No tenemos que ser femeninas. (¿Qué coños es ser femenina? ¿cruzar la pierna? ¿enchinarse las pestañas? ¿comer con la boca cerrada?) ni tampoco sacrificar nuestra higiene personal en aras de hacer ningún "statement".

No tenemos que ser bugas ni gays ni queers ni panistas ni comunistas ni vanguardistas ni fashionistas, o serlo por siempre, sin poder cambiar. Ya basta de categorizarnos y de meternos en moldes solitas.

No todas tenemos que armarla en una profesión ni hacer lana. Ni ser cultas. Ni ser exitosas. Ni estar "fit". No tenemos que ser unas geishas en la cama ni saber cocinar, ni tener novios que saben cocinar, ni tener novios.

No tenemos que honrar a nuestro padre y a nuestra madre, hay padres y madres que no se lo merecen.  

No tenemos que abortar, ni tenemos que no abortar.

No todas tenemos que ser madres. Porque no todas podemos y no todas queremos.

No tenemos que vivir eligiendo a qué sacrificio nos suscribimos.

Siempre me ha dado nervios este discurso de que por el hecho de tener un útero, cargamos con el peso del mundo a cuestas, cual si fuéramos la Pachamama encarnada. Hace un tiempo leí esta frase proveniente de un blog de mamás, decía algo así como: "Hang in there, girls, we're shaping the world." Lo que pensé fue carajo... if we're "shaping the world", tal y como pinta la cosa entre discriminación generalizada, tensión bélica, desastre ecológico y hambruna sostenida, algo grave nos está fallando... y creo que lo primero es ningunear tan gacho a los papás.

No somos perfectas, ni perfectibles. No somos símbolos ni efigies ni templos ni pilares de nada. Somos bichos como todos los demás bichos que pueblan este planeta, y estamos haciendo lo mejor que podemos, como todos. Nuestros hijos en algún momento nos negarán tres veces aunque les hayamos hecho hot cakes de figuritas y disfraces  de Chupacabras y les hayamos bajado temperaturas de 40 (como fue aquí el caso la semana pasada). Siempre habrá alguien más guapa/lista/chingona/divertida/joven/buena madre que nosotras. Nuestras parejas desearán a otras mujeres porque eso pasa, y nosotras desearemos a otros (o a otras) porque eso pasa, y tarde o temprano nos vamos a morir. Como todos los demás.

¿En qué consiste ser mujer? No tengo la más peregrina idea. Andrés opina que lo único cierto es que hay quienes están prestos a darnos respuestas muy convincentes a esa gigantesca incertidumbre, y sacan gran provecho de ello. Desde la industria cosmética y algunas tendencias intelectuales y políticas, pasando por varias religiones. Ser mujer, igual que ser persona, es una búsqueda. Sólo que es una búsqueda que no se acaba, y no cualquiera está dispuesta a bancársela. Preferimos, como con tantas otras cosas, que nos den la receta y nos digan cómo.

Mi conclusión es que no tenemos que "hacer" nada ni "ser" nada porque no TENEMOS nada.  Como bien lo dijo Nina Simone: No tenemos patria, ni Dios, ni casa, ni trabajo, ni padres, ni amor, ni hijos, ni nada. Nada nos pertenece. Lo único que tenemos es lo mismo que todos los demás: la fortuna de estar aquí, ahora mismo, viendo esta pantalla y llevando a cabo millares de funciones para hacerlo, a pesar de lo estadísticamente improbable que es eso, tomando en cuenta el silencio sepulcral del cosmos, las dimensiones del universo y la edad de la Tierra. Podríamos haber sido una bacteria, un pez dentado, o no ser.
Pero somos. Y con eso tenemos para rato.




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