Creo que es hora de que nos demos un
respiro.
El otro día escuché por primera vez el
término de doble vínculo, proveniente de la psicología sistémica. Se trata de
un ingrediente fundamental en la psicosis, que consiste en la presencia de dos
discursos contradictorios, irreconciliables, ambos presentados como ciertos.
Cuando en una familia existe eso, y existe la imposibilidad de salir de
ahí, está puesta la mesa para la
escisión y la locura.
Pienso que las mujeres estamos
volviéndonos medio locas, depresivas, ansiosas, agotadas, malcomientes y maldurmientes,
porque estamos lidiando con discursos contradictorios todo el tiempo. Y si sólo fueran discursos, se
maniobran como sea. Pero son MANDATOS:
Hay que envejecer con dignidad y sin
cirugías pero con todo en su lugar.
Ser madre y trabajar es lo más esperable...
y también lo más reprochable.
Los caballeros las prefieren tontas, pero
aman a las cabronas, y las cabronas son listas, pero si puedes hacerte la
tonta, mejor.
Hay que estar flaca a toda costa, pero si
realmente quieres ser feliz, gorda serás.
Si estás saliendo con alguien, requieres
precisión quirúrgica: si tienes sexo demasiado pronto, te pueden botar por fácil;
si te esperas de más, por apretada.
¡Ser soltera es lo máximo! ...pero ya
encontrarás a alguien.
Hay que ser súper independientes, pero
jamás pagar la cuenta en una cita.
Hay que casarse por amor, pero lo más
importante es el dinero.
La moda es una frivolidad absoluta ¡y un
arte sublime!
La madre de Jesús era ¿....virgen?
Otro problema con los imperativos es que
siempre van de la mano con los ideales. Y cuando hay ideales, existe la
peligrosa tendencia a radicalizarse.
Les voy a contar una auténtica historia de
terror. Cuando mi hijo Esteban nació, yo venía de un curso psicoprofiláctico donde
se decía que la leche materna lo era todo y que la fórmula era casi que el
diablo; dejé a mi ginecólogo de toda la vida porque concluí que con él no
podría tener un parto como lo había idealizado: en agua, con mi bebé
descansando en mi pecho al salir de mis entrañas sin cortar el cordón umbilical
hasta el último minuto. Pero lo que ocurrió en el último minuto, después de
dieciséis horas de trabajo de parto, fue que al bebé se le bajó la frecuencia
cardíaca y en lugar de la tina, nos tuvimos que ir de emergencia al quirófano.
Esteban nació por cesárea y estuvo quince días en el hospital sorteando toda
clase de problemas, porque fue prematuro. Yo entraba al cunero para amamantarlo
con tapabocas, una bata antiséptica y él lleno de electrodos, y nos pasábamos
largas horas sin saber si succionaba bien o no, con el sonido desquiciante de
los monitores marcando subidas y bajadas de saturación de oxígeno. Para cuando
descubrieron que tenía hipertensión pulmonar, nuestro bebé llevaba ocho días
agotándose y poniéndose morado cada vez que trataba de comer sin que supiéramos
por qué. Y para cuando llegamos a la casa (con Esteban ya dado de alta,
felizmente), yo estaba en tal estado de ansiedad que los ratos en que podía
dormir, no lo lograba, y con los días empecé a sentir que enloquecía. Me la
pasaba con el bebé pegado sin estar segura de si estaba comiendo lo suficiente,
y seguramente no lo estaba, porque en ese estado yo no podía producir bastante
leche. La angustia era inenarrable porque de acuerdo al ideal materno que imperaba
en mi cabeza, yo pensaba que si no lograba alimentarlo con MI leche, se me iba
a morir, porque cualquier otra cosa que le diera era indeseable. Después de
siete días de infierno, al octavo me alcanzó de nuevo la luz del día sin haber
dormido y pensé: o me largo de aquí, o me suicido, o hago algo. Así que agarré
mi coche, me fui a ver a mi terapeuta, y dejé a Andrés con un biberón y un bote
de fórmula. Luego dormí tres noches seguidas, sin interrupciones, y volví a la
vida. Me alegro de que Esteban haya tenido al menos unas semanas de alimentarse
de mí, pero me alegro más de que gracias a esa decisión desesperada haya tenido
una madre cuerda, presente, con manos y ojos y sonrisas para él. Como dijo
atinadamente una amiga psicoanalista: la teta no es el pecho. No recuerdo una experiencia
más difícil en toda mi vida. Más que el cáncer, que me diagnosticaron meses
después. Mucho más. Cuando el cáncer yo tenía mucho miedo pero tenía claro que
quería vivir y era claro lo que había que hacer. Cuando me estrené como madre en
calidad de zombi productor de leche que no podía producir leche como era
esperable, yo lo único que quería era desaparecer.
No se me entienda mal. Pienso que es maravilloso
procurar el parto natural y la lactancia. Mi suegra dedicó su vida a luchar por
ello, en respuesta a una tendencia médica invasiva y patologizante que por años
mermó el derecho a que las mujeres parieran y alimentaran a sus hijos por sí
mismas. Y también en respuesta a otro ideal que atraviesa a muchas mujeres, que
anteponen la estética de sus pechugas a la lactancia. Lo que intento decir es
que mi estreno como madre fue complicado por muchas razones pero no hubiera
sido TAN duro si no hubiera tenido yo unas expectativas tan altas y tan idealizadas
de lo que debe ser la maternidad.
Y aprendí algo muy importante: hay que
tener cuidado antes de levantar el dedo para decirle a otras mujeres lo que
deberían o no hacer. En el momento menos esperado, una decisión difícil podría
hacer que nuestros valores más inamovibles nos revienten en la cara.
Si hubiera una lucha femenina, yo
apostaría porque fuera en contra de los ideales y de los mandamientos que nos
imponemos, sobre todo cuando se contraponen...
No todas tenemos que ser puras e
inmaculadas y tampoco tenemos que tener miles de amantes porque si no, estamos
incumpliendo con el mandato de nuestra contemporaneidad y de la liberación
sexual que tanto les costó a nuestras antecesoras.
No tenemos que usar tacones ni NO usarlos.
No tenemos que depilarnos y no tenemos que NO depilarnos, tampoco. No tenemos
que ser femeninas. (¿Qué coños es ser femenina? ¿cruzar la pierna? ¿enchinarse
las pestañas? ¿comer con la boca cerrada?) ni tampoco sacrificar nuestra
higiene personal en aras de hacer ningún "statement".
No tenemos que ser bugas ni gays ni queers
ni panistas ni comunistas ni vanguardistas ni fashionistas, o serlo por
siempre, sin poder cambiar. Ya basta de categorizarnos y de meternos en moldes
solitas.
No todas tenemos que armarla en una profesión
ni hacer lana. Ni ser cultas. Ni ser exitosas. Ni estar "fit". No
tenemos que ser unas geishas en la cama ni saber cocinar, ni tener novios que
saben cocinar, ni tener novios.
No tenemos que honrar a nuestro padre y a
nuestra madre, hay padres y madres que no se lo merecen.
No tenemos que abortar, ni tenemos que no
abortar.
No todas tenemos que ser madres. Porque no
todas podemos y no todas queremos.
No tenemos que vivir eligiendo a qué
sacrificio nos suscribimos.
Siempre me ha dado nervios este discurso de
que por el hecho de tener un útero, cargamos con el peso del mundo a cuestas,
cual si fuéramos la Pachamama encarnada. Hace un tiempo leí esta frase
proveniente de un blog de mamás, decía algo así como: "Hang in there, girls,
we're shaping the world." Lo que pensé fue carajo... if we're
"shaping the world", tal y como pinta la cosa entre discriminación
generalizada, tensión bélica, desastre ecológico y hambruna sostenida, algo
grave nos está fallando... y creo que lo primero es ningunear tan gacho a los
papás.
No somos perfectas, ni perfectibles. No somos
símbolos ni efigies ni templos ni pilares de nada. Somos bichos como todos los
demás bichos que pueblan este planeta, y estamos haciendo lo mejor que podemos,
como todos. Nuestros hijos en algún momento nos negarán tres veces aunque les
hayamos hecho hot cakes de figuritas y disfraces de Chupacabras y les hayamos bajado
temperaturas de 40 (como fue aquí el caso la semana pasada). Siempre habrá
alguien más guapa/lista/chingona/divertida/joven/buena madre que nosotras. Nuestras
parejas desearán a otras mujeres porque eso pasa, y nosotras desearemos a otros
(o a otras) porque eso pasa, y tarde o temprano nos vamos a morir. Como todos
los demás.
¿En qué consiste ser mujer? No tengo la
más peregrina idea. Andrés opina que lo único cierto es que hay quienes están
prestos a darnos respuestas muy convincentes a esa gigantesca incertidumbre, y
sacan gran provecho de ello. Desde la industria cosmética y algunas tendencias
intelectuales y políticas, pasando por varias religiones. Ser mujer, igual que
ser persona, es una búsqueda. Sólo que es una búsqueda que no se acaba, y no cualquiera
está dispuesta a bancársela. Preferimos, como con tantas otras cosas, que nos den
la receta y nos digan cómo.
Mi conclusión es que no tenemos que "hacer"
nada ni "ser" nada porque no TENEMOS nada. Como bien lo dijo Nina Simone: No tenemos
patria, ni Dios, ni casa, ni trabajo, ni padres, ni amor, ni hijos, ni nada. Nada
nos pertenece. Lo único que tenemos es lo mismo que todos los demás: la fortuna
de estar aquí, ahora mismo, viendo esta pantalla y llevando a cabo millares de
funciones para hacerlo, a pesar de lo estadísticamente improbable que es eso,
tomando en cuenta el silencio sepulcral del cosmos, las dimensiones del
universo y la edad de la Tierra. Podríamos haber sido una bacteria, un pez
dentado, o no ser.
Pero somos. Y con eso tenemos para rato.
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