Pasa. Que es domingo y dices "vamos a llevar al chiquín al teatro". Decides irte en metro, es un buen día para usar el transporte público. Llegando a la estación, nos salen los polis con que la carriola no pasa. Y nos enseñan una disposición nueva, impresa, en donde dice que nada de bicis, ni carriolas, nada que ruede y ocupe espacio, pues. ¿Y los que andan en silla de rudas, qué?, preguntamos. El jefe de la estación (que para este momento ya sacamos de su cabina y sumamos a la discusión) cantinflea. Además notamos que no hay elevador, no hay rampas, no hay nada. ¿Cómo bajaría una silla de ruedas al andén?, volvemos a preguntar. Andrés le dice: "En otros lugares a donde hemos viajado las estaciones de metro tienen instalaciones pensadas para que se muevan carriolas, sillas y demás". El jefe de estación nos miró con una mezcla de mofa y odio redomado y antes de darse la media vuelta, declaró: "No estamos en el primer mundo". Pácatelas.
"No estamos en el primer mundo".
Hace un par de días hablaba con mi amiga
Hebe. Ella vive en Houston y acaba de pasar unas semanas visitando a su
hermano, que vive en Dinamarca. Me contó que de pronto se sintió un poco rara
con la precariedad con la que se vive ahí para ciertas cosas. El tamaño de los
departamentos, las pocas opciones de productos que hay en los supermercados. Llegó
un punto en que hasta le dio un poco de síndrome de abstinencia del Wallgreens.
Pero al mismo tiempo, comenzó a valorar la manera en que los daneses cuidan las
cosas, cómo todo lo reutilizan, lo reciclan, cómo aprecian un mueble viejo y
atesoran cualquier pequeña herencia que puedan restaurar. No tienen "mucho",
no tienen tres pasillos de puros desodorantes, como en el Target; lo que sí
tienen son unos parques increíbles. Y espacios públicos impecables. Tienen la
salud y la educación de sus hijos garantizada, así trabajen cobrando en el
súper. Se pueden mover en bicicleta, a pie o en transporte público porque hay
las facilidades y las condiciones para ello. Si alguien NO los dejara meter una
carriola al metro, si alguien le negara el fácil acceso a sus menores y a sus
discapacitados, estoy segura de que se quedarían perplejos, congelados de
estupor.
Para mí, ESO es primer mundo. No un lugar
donde hay un chingo de cosas para comprar y todo el mundo tiene coche y
pantallas planas (y está endeudadísimo). Simplemente, un lugar PENSADO PARA EL
CIUDADANO. Para que se mueva, trabaje y viva bien. Así de simple y así de
complejo. Como en Amsterdam, donde todos andan en bici (trajeados, señoras
embarazadas, familias de cinco) y la bici más vieja y traqueteada siempre es la
mejor, porque no duele que te la roben. O como en Viena, donde mi amigo Garufo
vive en un departamento amplio, luminoso y accesible, porque ahí la consigna es
que las rentas no pueden pasar de cierto tope, de modo que casi cualquier
trabajador puede acceder a una vivienda espaciosa y digna. O en Hungría, donde
las mujeres tienen seis meses para dedicarse a su bebé con goce de sueldo
después de parir. Incluso España, con todas las mil broncas por las que ha
pasado, tiene banquetas lisas y contenedores de basura en cada una de sus
calles. (Aunque muy poca gente tiene/usa el coche y nadie tiene estacionamiento
en su edificio, ni elevador, a menos de que sea un Lord).
No estoy diciendo que Europa no tenga
fallas ni aristas muy feas, pero no me quiero poner a discutir política
internacional ahorita. Me interesa hablar de calidad de vida y de lo que me
gustaría para el lugar donde vivo.
El jefe de estación habló verdad, después
de todo. Este no es el primer mundo. Pero podría serlo. Debería. Es cosa de
pensar: ¿Cómo estaría mejor la gente? ¿Cómo podría pasar mejor sus días? ¿Qué NECESITA
para que eso pase?
Y ya. Imagínense la ciudad de México, este
valle prodigioso, plano, con su clima privilegiado, funcionando como
Copenhague. ¿Es una locura? ¿Pero neta lo es? ¿Por qué? Es demasiado grande,
cierto. Pero además de eso... ¿es que sería DEMASIADO bueno y por eso no
podemos soportarlo? Tal vez nos da demasiada culpa... Tal vez en el fondo
creemos que tenemos que vivir de la fregada por un añejo pecado (como que la
Guadalupana haya elegido este lugar y no otro para manifestarse, como dijo el
Papa) y por eso seguimos dejando que nos saqueen y nos den migajas a cambio de los
banquetes que les regalamos en forma de IVA e ISR. Por eso tildamos de mamón un
comentario sobre lo bien que se puede vivir en otros lugares, en lugar de
buscar la manera de vivir así nosotros.
Ya no fuimos al teatro. En cambio,
paseamos a pie por el barrio. Una que otra rampa en la esquina; la mayoría de
las banquetas, angostas, rotas y chuecas. Los pinches cables horrendos, hechos
telarañas imposibles en las esquinas. Pero eso sí. Cada persona fue amable, y
cada cosa que comimos o bebimos estuvo rica. Yo estoy convencida: este país,
con su guerra, con su saqueo permanente, sigue en pie y más o menos funcionando
gracias a que la gente le chinga como en ningún otro lado y tiene un espíritu
forjado en oro.
Así que la cosa es así: A sabiendas de que
NO podemos depender de nuestra flamante clase política para conseguir los
cambios que tanto ansiamos, ¿QUÉ PODEMOS HACER? Algo que no sea "ser buen
ciudadano" y "poner nuestro granito de arena". ¿Ideas? ¿Listas
de deseos?
Alguien me dijo un día: Los países de
Europa del Este son países viejos, vienen de 500 años de guerras. Ya están en
otra. Nosotros estamos en pañales. Tal vez, en efecto, nuestro
"tercermundismo" sea una cosa que se cura con la edad. Pero si así
fuera, ¿tenemos tanto tiempo...?
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