“This is precisely the time when artists go to work. There is no time for despair, no place for self-pity, no need for silence, no room for fear. We speak, we write, we do language. That is how civilizations heal.”
-Toni Morrison

domingo, 22 de enero de 2017

Primer Mundo


Pasa. Que es domingo y dices "vamos a llevar al chiquín al teatro". Decides irte en metro, es un buen día para usar el transporte público. Llegando a la estación, nos salen los polis con que la carriola no pasa. Y nos enseñan una disposición nueva, impresa, en donde dice que nada de bicis, ni carriolas, nada que ruede y ocupe espacio, pues. ¿Y los que andan en silla de rudas, qué?, preguntamos. El jefe de la estación (que para este momento ya sacamos de su cabina y sumamos a la discusión) cantinflea. Además notamos que no hay elevador, no hay rampas, no hay nada. ¿Cómo bajaría una silla de ruedas al andén?, volvemos a preguntar. Andrés le dice: "En otros lugares a donde hemos viajado las estaciones de metro tienen instalaciones pensadas para que se muevan carriolas, sillas y demás". El jefe de estación nos miró con una mezcla de mofa y odio redomado y antes de darse la media vuelta, declaró: "No estamos en el primer mundo". Pácatelas.  

"No estamos en el primer  mundo".

Hace un par de días hablaba con mi amiga Hebe. Ella vive en Houston y acaba de pasar unas semanas visitando a su hermano, que vive en Dinamarca. Me contó que de pronto se sintió un poco rara con la precariedad con la que se vive ahí para ciertas cosas. El tamaño de los departamentos, las pocas opciones de productos que hay en los supermercados. Llegó un punto en que hasta le dio un poco de síndrome de abstinencia del Wallgreens. Pero al mismo tiempo, comenzó a valorar la manera en que los daneses cuidan las cosas, cómo todo lo reutilizan, lo reciclan, cómo aprecian un mueble viejo y atesoran cualquier pequeña herencia que puedan restaurar. No tienen "mucho", no tienen tres pasillos de puros desodorantes, como en el Target; lo que sí tienen son unos parques increíbles. Y espacios públicos impecables. Tienen la salud y la educación de sus hijos garantizada, así trabajen cobrando en el súper. Se pueden mover en bicicleta, a pie o en transporte público porque hay las facilidades y las condiciones para ello. Si alguien NO los dejara meter una carriola al metro, si alguien le negara el fácil acceso a sus menores y a sus discapacitados, estoy segura de que se quedarían perplejos, congelados de estupor.

Para mí, ESO es primer mundo. No un lugar donde hay un chingo de cosas para comprar y todo el mundo tiene coche y pantallas planas (y está endeudadísimo). Simplemente, un lugar PENSADO PARA EL CIUDADANO. Para que se mueva, trabaje y viva bien. Así de simple y así de complejo. Como en Amsterdam, donde todos andan en bici (trajeados, señoras embarazadas, familias de cinco) y la bici más vieja y traqueteada siempre es la mejor, porque no duele que te la roben. O como en Viena, donde mi amigo Garufo vive en un departamento amplio, luminoso y accesible, porque ahí la consigna es que las rentas no pueden pasar de cierto tope, de modo que casi cualquier trabajador puede acceder a una vivienda espaciosa y digna. O en Hungría, donde las mujeres tienen seis meses para dedicarse a su bebé con goce de sueldo después de parir. Incluso España, con todas las mil broncas por las que ha pasado, tiene banquetas lisas y contenedores de basura en cada una de sus calles. (Aunque muy poca gente tiene/usa el coche y nadie tiene estacionamiento en su edificio, ni elevador, a menos de que sea un Lord).

No estoy diciendo que Europa no tenga fallas ni aristas muy feas, pero no me quiero poner a discutir política internacional ahorita. Me interesa hablar de calidad de vida y de lo que me gustaría para el lugar donde vivo.

El jefe de estación habló verdad, después de todo. Este no es el primer mundo. Pero podría serlo. Debería. Es cosa de pensar: ¿Cómo estaría mejor la gente? ¿Cómo podría pasar mejor sus días? ¿Qué NECESITA para que eso pase?

Y ya. Imagínense la ciudad de México, este valle prodigioso, plano, con su clima privilegiado, funcionando como Copenhague. ¿Es una locura? ¿Pero neta lo es? ¿Por qué? Es demasiado grande, cierto. Pero además de eso... ¿es que sería DEMASIADO bueno y por eso no podemos soportarlo? Tal vez nos da demasiada culpa... Tal vez en el fondo creemos que tenemos que vivir de la fregada por un añejo pecado (como que la Guadalupana haya elegido este lugar y no otro para manifestarse, como dijo el Papa) y por eso seguimos dejando que nos saqueen y nos den migajas a cambio de los banquetes que les regalamos en forma de IVA e ISR. Por eso tildamos de mamón un comentario sobre lo bien que se puede vivir en otros lugares, en lugar de buscar la manera de vivir así nosotros.

Ya no fuimos al teatro. En cambio, paseamos a pie por el barrio. Una que otra rampa en la esquina; la mayoría de las banquetas, angostas, rotas y chuecas. Los pinches cables horrendos, hechos telarañas imposibles en las esquinas. Pero eso sí. Cada persona fue amable, y cada cosa que comimos o bebimos estuvo rica. Yo estoy convencida: este país, con su guerra, con su saqueo permanente, sigue en pie y más o menos funcionando gracias a que la gente le chinga como en ningún otro lado y tiene un espíritu forjado en oro.

Así que la cosa es así: A sabiendas de que NO podemos depender de nuestra flamante clase política para conseguir los cambios que tanto ansiamos, ¿QUÉ PODEMOS HACER? Algo que no sea "ser buen ciudadano" y "poner nuestro granito de arena". ¿Ideas? ¿Listas de deseos?

Alguien me dijo un día: Los países de Europa del Este son países viejos, vienen de 500 años de guerras. Ya están en otra. Nosotros estamos en pañales. Tal vez, en efecto, nuestro "tercermundismo" sea una cosa que se cura con la edad. Pero si así fuera, ¿tenemos tanto tiempo...?


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